domingo, 27 de septiembre de 2009

Boomerang






Va a tener al final razón Miguel Ríos con lo que "el rock es un boomerang".

Tras casi una década enredado entre tangos, boleros y candombes varios, Andrés Calamaro por fin ha tomado su mejor decisión (artística) de los últimos 10 años: volver al rock. Ahí hay pocos que le tosan al madrileño de Buenos Aires, uno de los escasos artistas con eñe a quienes no les chirría el calificativo de estrella del rock.


Declaración de intenciones desde el minuto uno. Sólo Calamaro sería capaz de abrir su show con la stoniana Jumpin' Jack Flash. Un inicio demoledor, continuado con El salmón y Mi enfermedad, con cuatro guitarras en escena y un Andrés (ni rozó el teclado) que incluso ha mutado en su aspecto: ya no es Bob Dylan, ahora se parece más a Lou Reed.

Bromas aparte, el mejor Calamaro, tras la primera media hora de auténtica dinamita sonora, y ya con el marcador a favor, bajó el tempo y se dedicó a tocarla en medio campo. De acuerdo, también lo hace el FC Barcelona, el "Pep Team".

Los momentos de brillo continuaron predominando. En "Socio de la soledad" tuvo la habilidad de cambiar la letra para aludir a la causa abierta que tiene con la justicia argentina por haberse fumado un canuto en público, recordó a Los Abuelos de la Nada (Mil horas) y su época en solitario en Argentina (Por mirarte) y, claro, tiró de repertorio ganador (Media Verónica, Loco, La mirada del adiós) antes de volver a la senda del rock y marcharse en loor de multitudes con Flaca.

El cierre total con Paloma no resultó menos emotivo. Los guiños a Led Zeppelin, Dire Straits y hasta Frank Sinatra quedan para el anecdotario de un notable concierto.

Otros lo calificaron, sencillamente, de apoteósico (según su web).





AG



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